Transito estos lugares de vírgenes bosques
donde aún se escuchan los ayes de la historia.
La niebla sube desde el espejo de las aguas.
El estero/
¡Sordo en el silencio de sus trinos!
Y es una ovación reverencial ese silencio mientras gotean
(lentas de ritmos seculares)
las hojas humedecidas de los sauces.
Mi caballo sudoroso gestiona la atención desde su asombro/
Alumbran mi camino sus ojos negros.
Sus orejas/ pantallas son/
que perciben mi tensión meditabunda.
Los árboles de sabia ingenua...
(¡acaso ingenua!)
festejan la vida en sus verdores/
en la inmovilidad de sus pasos/
pero lloran/
la inmoralidad de los tiempos
sobre la raíz paradojal del bestialismo humano.
Los metales todavía suenan en la imagen fresca
de alguna sensibilidad.
Chispas ardientes/
Estrépito sulfuroso/
¡Todo chocando en la lanza de mis versos
y en la atónita pregunta del poeta!
Sobre el pantano se encolumna el aire temeroso.
Asciende interminable el cálido vapor de los siglos.
Los juncos persisten erguidos.
Acaso fantasmas de jóvenes esperanzados
envueltos en el azar ingrato de la guerra.
Sombras y más sombras rondan en el alma...
Oscurecen ya
los espíritus de los hombres.
¿Aprenderán acaso algún día
lo simple muy simple
que deben aprender?
Les hablo desde aquí/
desde esta atalaya de selvas y pantanos.
Desde el rincón del Guairá.
Donde madura la memoria de mi raza.
Les hablo desde aquí
para abrir acaso
la cegueras
en la indiferencia de los tiempos.
¡oh, auditorio de la indiferencia mundanal!
AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas
donde aún se escuchan los ayes de la historia.
La niebla sube desde el espejo de las aguas.
El estero/
¡Sordo en el silencio de sus trinos!
Y es una ovación reverencial ese silencio mientras gotean
(lentas de ritmos seculares)
las hojas humedecidas de los sauces.
Mi caballo sudoroso gestiona la atención desde su asombro/
Alumbran mi camino sus ojos negros.
Sus orejas/ pantallas son/
que perciben mi tensión meditabunda.
Los árboles de sabia ingenua...
(¡acaso ingenua!)
festejan la vida en sus verdores/
en la inmovilidad de sus pasos/
pero lloran/
la inmoralidad de los tiempos
sobre la raíz paradojal del bestialismo humano.
Los metales todavía suenan en la imagen fresca
de alguna sensibilidad.
Chispas ardientes/
Estrépito sulfuroso/
¡Todo chocando en la lanza de mis versos
y en la atónita pregunta del poeta!
Sobre el pantano se encolumna el aire temeroso.
Asciende interminable el cálido vapor de los siglos.
Los juncos persisten erguidos.
Acaso fantasmas de jóvenes esperanzados
envueltos en el azar ingrato de la guerra.
Sombras y más sombras rondan en el alma...
Oscurecen ya
los espíritus de los hombres.
¿Aprenderán acaso algún día
lo simple muy simple
que deben aprender?
Les hablo desde aquí/
desde esta atalaya de selvas y pantanos.
Desde el rincón del Guairá.
Donde madura la memoria de mi raza.
Les hablo desde aquí
para abrir acaso
la cegueras
en la indiferencia de los tiempos.
¡oh, auditorio de la indiferencia mundanal!
AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas